Hace ya un mes, con mis billetes en la mano, me disponía a salir a una cuidad increíble, la llamada “ciudad de las luces”. Yo sabía que uno de los mayores encantos que tenía la ciudad, era verla por la noche, con todos sus rascacielos iluminados. Como suele pasar antes de viajar, mi corazón se quería quedar aquí, en lo seguro, en lo que sabía que tenía atado, pero también necesitaba una luz que le hiciera salir de la penumbra a la que estaba abocado. Cuando llegué al aeropuerto de Perth, después de los millones de controles policiales y mis veintidós horas de vuelo, y se abrieron las puertas que mostraban a todos los familiares que estaban esperando a sus allegados, comprendí que allí estaba la luz que mi corazón necesitaba, mi familia.
Perth resulta ser la ciudad más asolada del mundo, ya que la ciudad más cercana se encuentra a 2780 km, y se llama Adelaide, pero allí no encontré la desolación, sino lo que verdaderamente era la felicidad. Los primeros días, fueron muy duros: adecuarse a la comida ( no conocen lo que es el jamón serrano, pero sí la carne de canguro), adecuarse a los horarios( se desayuna a las seis de la mañana, comen un sándwich a las doce y cenan a las seis de la tarde); adecuarse a las costumbres , como por ejemplo, comer fuera de casa en los inmensos parques que tienen habilitados con barbacoas, y con las magníficas playas paradisiacas, en la que podías estar bañándote con delfines; adecuarse al tráfico, ya que, no sólo se conduce al revés, sino que los semáforos tienen otra distribución; y el inglés, que no es ni mucho menos como el que todos conocemos, es más cerrado y más rápido. Pero a pesar de todo esto, lo que más me impresionó fueron sus ciudadanos, que mostraban constantemente un alto grado de civilización, valores y educación.
Todos sus enclaves tenían historia, tenían un encanto, tenían una vivencia y lo más importante, que los compartí con otras personas que forman parte de mi vida. No puedo olvidar el día que llegué a casa de mi hermana, con todos los niños revoloteando e intentándome contar sus experiencias al otro lado del mundo. No puedo olvidar el día que conocí la Pinguin Island (donde se encuentran los pingüinos más pequeños del mundo y los mayores leones marinos del mundo); el día que visité la ciudad de Perth con sus rascacielos; el día que visité la cárcel de Fremantle, donde encarcelaron a todos los presos de Gran Bretaña; el día que visité el Kings Park, el parque más grande del mundo, con especies tan raras como las redback , arañas negras con un punto rojo que con solo rozarte te causan la muerte, o los king's skink( rey lagarto) con su lengua azul mortal; también el día que ví la playa de Cottesloe, muy conocida en Perth por los cientos de películas y series rodadas allí. Pero creo no me podía marchar de Australia sin ver a sus animales más característicos, los canguros y los koalas, que se encontraban en el cementerio de la ciudad, ya que van allí a comerse las flores; allí en concepto de cementerio es diferente, es un inmenso parque con lagos, cisnes, cascadas, flores, y muchos canguros pidiéndote comida. Finalmente, y tras recoger todas mis maletas empañada en lágrimas, me dirigí de nuevo al aeropuerto de Perth, dejando atrás muchos recuerdos y a mucha gente, pero con un último sueño cumplido, el poder ver desde el cielo, la ciudad de Perth iluminada…
Bloggeros os dejo una serie de fotos de este maravilloso viaje, ya que con palabras me es muy difícil explicar todos los momentos maravillosos que he vivido al otro lado del mundo.



Si pinchais en la imagen salen mas imagenes....Muchos besos, espero que os guste¡¡
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