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Yo he decir, que tras varios días de clase tras mi llegada a España, me ha venido muy bien irme a mi pueblo, Barco de Ávila y desconectar del mundo hallowenero que se iba a desarrollar en Madrid. En un ambiente familiar, de tranquilidad he podido reflexionar, leer, andar bajo la lluvia, ver a viejas amistades, caminar por la desoladora plaza del pueblo, observar el paisaje primaveral, y sobre todo disfrutar de la buena compañía que te proporciona tu familia.
Yo pensaba que si me iba de Madrid me salvaría de la influencia hallowenera impuesta cada vez más en nuestra sociedad, que solo hace que nos copiemos de otras fiestas y nos olvidemos de las nuestras, las que están arraigadas desde siempre y que desgraciadamente, cada vez se olvidan mas; pero hasta en los pueblos más deshabitados en estas fechas, llega Halloween: varios niños pidiendo caramelos por las casas, gente por la calle disfrazada, bares adornados con telarañas....en fin....lo peor de todo es que los niños y adolescentes tiendan a vivir con la necesidad de celebrar esta fiesta, como observé que le ocurriría a mis primos pequeños, y que por su necesidad tuvimos que celebrar una fiesta, de la que nadie era partidario...


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